OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

JOSE CARLOS MARIATEGUI

BOLIVIA

RUBEN SARDON


JOSE CARLOS MARIATEGUI Y LA REALIDAD BOLIVIANA

Por Rubén Sardón

La personalidad de José Carlos Mariátegui no es desconocida a los hombres de estudio de la América. Luchador infatigable, se levantó en el panorama peruano como una verdadera vanguardia del socialismo de América. Los juicios personales de grandes estudiosos como Lugones, Waldo Frank, Barbusse y otros, dan la medida del peso intelectual del Amauta, como le llama Bazán.1

Mariátegui dice en su «Advertencias a los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana: «mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano. Estoy lo más lejos posible de las técnicas profesorales. Y, sus propias palabras nos ayudan a cumplir con el propósito de realizar un estudio de interpretación boliviano basándonos en los ensayos del gran socialista peruano. Creemos confundirnos en esa misma ambición: echar mayores bases al socialismo boliviano; estamos también Lejos de la técnica profesoral, de ahí que al igual que Mariátegui, nuestra obra y nuestros juicios se nutrirán de ideales, sentimientos y pasiones.

En el curso del presente trabajo nos hemos apartado en mucho de las líneas de Mariátegui, pero hemos procurado conservar en el fondo su pensamiento. 

EL HOMBRE

José Carlos Mariátegui vio la luz de América el año 1895. La niñez de Mariátegui fue pobre. Bazán acierta con espíritu sutil al compararlo con el Juan Cristóbal de Rolland. Desde su tierna edad aprendió a sentir en propia carne la desigualdad social. No conoció más belleza infan­til que esa luminosa esperanza de los humildes que, sin estudio ni capacidad, interpretan desde tiernos años la lucha de su clase, la situación de los suyos frente a la opresión implacable de los poseedores. Ese fue el primer pan espiritual de Mariátegui; y ese alimento debía nutrirlo duran­te su corta existencia para formar su alma de revolucionario. Decimos revolucionario porque, no obstante la discreción que observó durante sus polémicas y luchas intelectuales, supo hacer mar­xismo con mejor habilidad que muchos actores del escenario socialista americano.

No conoció a su padre. Vivió con su madre y sus tres hermanos. A los doce años de edad em­pezó a luchar por la vida trabajando en una im­prenta de Lima. Allí encontró sus primeras ar­mas. Lector constante, no perdía momento en distracciones propias de su edad. Varios años de­dicó a echar cimientos intelectuales con el es­tudio. Y ese esfuerzo fue pronto coronado con la satisfacción de sentirse al nivel de muchos pe­riodistas peruanos. Poeta primero, crítico poste­riormente, polemista más tarde, culminó después de un viaje a Europa en la personalidad que muchos admiramos. En resumen, la vida de Ma­riátegui fue la del hombre que se forma en el yunque de su propio esfuerzo, en el acero de su propia experiencia; fue un autodidacto.

¿Se podría afirmar que Mariátegui abrazó el marxismo antes de su viaje a Europa o después? No nos aventuramos a afirmarlo. Pero, una ob­servación serena, nos inclina a creer que los mar­xistas no se hacen con el turismo intelectual. Los marxistas se estructuran cuando han llegado a comprender la única interpretación científica de los hechos sociales. Claro es que estamos con Mariátegui cuando confiesa: «he hecho en Europa mi mejor aprendizaje». Pero, la vida del Amauta antes de su visita a las capitales euro­peas, era ya de un marxista porque, como afir­ma su biógrafo: «como se trataba de un espíri­tu que había nacido con el don de la juventud, su elección en un momento dado no podía ser otra cosa que la "izquierda". Tomó, pues, deci­dida y fervorosamente el camino de Falcón». (César Falcón).

Además, es necesario insistir en el hecho de que Mariátegui dedicó sus trabajos por entero a las gentes humildes, al aborigen, a las capas ex­plotadas que en la América forman una enorme mayoría y que, como afirma un trabajo inédito del catedrático José Antonio Arze, «supieron guar­dar siempre para él una devoción que no hace sino crecer en intensidad, a medida que se pro­fundiza mejor en la apostólica trascendencia de su obra».

Mariátegui, por lo poco que aún conocemos de él, se demuestra como un conocedor meditado de todos los problemas sociales que palpitaban tanto en Europa como en la América, no otra cosa lo demuestra su labor de periodista y escri­tor, a través de las publicaciones entregadas a los lectores de habla castellana y entre las que so­bresalen La Escena Contemporánea y sus Siete Ensayos a más de los varios artículos consigna­dos en la Revista Amauta.

Hemos elegido para este trabajo el libro Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Pe­ruana porque creemos que en sus páginas se en­cuentran las líneas generales para cimentar una obra de comprensión que sirva de pauta a un esquema sociológico de la realidad boliviana. Antes de nosotros, ya se calificó a la obra de Ma­riátegui como una contribución a la Sociología peruana. Sinceramente, estimamos que los Sie­te Ensayos pueden servir de una línea interpre­tativa, a lo que sería posible hallar su paralela en las diversas etapas de la historia boliviana. No olvidemos que el Amauta, en su obra, esquema tiza magníficamente, primero, la evolución eco­nómica, para entrar después al problema del in­dio, al que le continúa el de la tierra. Es decir antes de esquematizar el proceso de la instrucción pública, el factor religioso, regionalismo y centralismo y el de la literatura, ahonda en la materia base, en los cimientos mismos de su pueblo: economía, tierra e indio. Es pues muy sencillo trasladar esas imágenes de investigación peruana al suelo boliviano y trazar allí profundos círculos especulativos para que cerebros más privilegiados siembren y cosechen Mejores frutos; y al emprender tal tarea, no pretendemos pisar el mismo nivel intelectual de Mariátegui; pero sí, ambicionamos apoyarnos en sus profundas conclusiones y edificar en esa valiosa raíz una obra que se asimile, en sus resultados, a la del gran socialista peruano.

La Historia es un enorme ciclo de continuidad sujeto a leyes indiscutidas. Los pueblos guardan en sus raíces profundas identidades que, las más de las veces, son presentadas en confusas fórmulas que inducen a error en el momento de su resolución.

Existe una concepción del Universo, no solamente de la Historia Humana ni de la Naturaleza. Ese sistema del Universo ha sido descubierto por Marx y Engels; ellos concibieron en su esencia al mundo como un conjunto que se transforma constantemente por medio de oposición de sus propios elementos.2 Y no se puede negar que, dentro de esa concepción general, es posible acomodar principios particulares. Algo más, esos principios particulares son miembros de un todo. En el aspecto sociológico, sensiblemente, el caso de la América dentro de su posición histórica, no ha podido ofrecer exactamente su principio de independencia antes de la conquista. Esa enorme separación de pueblos y culturas entre el Mundo conocido del siglo XV y las sociedades que se formaban en el que sería el Nuevo Continente; y, por otra parte, ese movimiento de mezcla europeo-americana, enturbió notablemente el panorama de la investigación sociológica. Ahora bien, regresar la mirada al ayer histórico y reconstruir el proceso americano para incorporarlo en esa «ciencia de las leyes genera­les del movimiento tanto del Mundo como del pensamiento humano», es tarea delicada y difícil. Pero, partimos de un principio: los pueblos guar­dan identidades en su desarrollo. Y, en el caso concreto, el Perú es algo así como un paralelo histórico-regional al lado de Bolivia, integrando ambos países, desde luego, la formación americana que se asimila, por su parte, a la mundial.

El marxismo se ha encargado de romper la maraña que cubre la visión de, los que hasta hoy siguen interpretando los hechos sociales con au­téntica miopía burguesa.

Bolivia y el Perú son pueblos que han tenido una base social común; pues así como durante la época del incario formaron un todo homogé­neo y, en la Colonia contribuyeron por igual a fisonomizar el feudalismo español, en la época de la República siguieron líneas paralelas influidas por detalles históricos que, sometidos a estudio reposado, podrían incidir en verdaderas identidades.

El ingreso de ambos países a la etapa republi­cana está diferenciado por aspectos de orden in­terno. Las fuerzas extrañas que, con el tiempo habrían de mover el mecanismo americano, atra­saron su instante de actuación, reservándose los países de mayor dificultad geográfica para un momento oportuno y sirviéndose de los más pro­picios para cumplir con sus finalidades inmedia­tas. El Perú por su proximidad a la costa del Pacífico debía ser el país que se adelantara al nuestro para recibir con preferencia los tentácu­los del movimiento imperialista extranjero. Mien­tras se abonaba el fructífero terreno del Bajo Perú, las tierras altas eran vistas como el cuerpo que, por la gravedad de las circunstancias, cae­ría detrás de su inmediato similar en el momen­to que señale la Historia. Esas líneas paralelas iniciadas en 1825 (no obstante que la indepen­dencia peruana fue anterior, pues el 28 de julio de 1821 se la declaró en forma solemne y fue consolidada en 1824 con las batallas de Junin y Ayacucho), tienen su punto de unión en la guerra del Pacífico, aventura en la cual los dos pue­blos recibieron, en su derrota, el bautizo oficial del imperialismo exterior, que inició su etapa prefinanciera —en el Perú— rectificando mo­mentáneamente el movimiento económico que hasta entonces se había apoyado en la explota­ción de las minas situadas en la sierra o tierras altas. Esta situación, como veremos más adelante, tuvo consecuencias diferentes para Bolivia y pa­ra el Perú aunque dirigidas por una fuerza-base común. Por nuestra parte, perdimos el litoral y quedamos a merced de la riqueza metalífera, mientras que la agricultura se transformaba en un agonizante económico sin solución por mu­cho tiempo. Para el Perú, la influencia que tuvo primero la región de la Sierra, se extendió des­pués a la Costa y determinó, finalmente, lo que Mariátegui llama la acentuación del dualismo y la agudización de un conflicto que constituye el mayor problema histórico del país.3

Es pues, la Guerra del Pacífico, el comienzo de la jornada en la que nuestros dos pueblos se iden­tifican, se influencian, se asimilan a una misma trayectoria.

No contamos con el material suficiente como para producir un trabajo de gran valor; pero, uti­lizaremos en nuestras investigaciones todos aque­llos datos que puedan contribuir a deducciones que, por lo menos, se acerquen a principios, si no verdaderos, siquiera lógicos.

Mariátegui es nuestro guía y seguiremos sus pasos con la misma fe inquebrantable con que él se orientó en su tarea. Hemos leído sus En­sayos y sus páginas han servido para alentar la obra empezada. Si coronamos el esfuerzo pro­puesto, nuestra única satisfacción será la de ha­ber rendido un justiciero homenaje al hombre que mereció de Henri Barbusse el siguiente elo­gio: «Ustedes no saben quién es Mariátegui... Y bien... Es una nueva lumbrera de la Amé­rica; es un espécimen nuevo del hombre ame­ricano».

Mariátegui ha sido juzgado ligeramente por algunos escritores europeos que no pudieron co­nocerlo. Justificamos esos juicios —y en especial el del profesor Luis Baudin— por la posi­ción ideológica de quienes los emitieren. Bau­din, dentro de su economismo de tipo liberal ­individualista dice de Mariátegui y de su libro: «Esta obra no es científica. El autor mismo lo reconoce, ya que se ufana de ser parcial (en el prefacio). Se inspira en Marx. Su libro, como el propio Marxismo, está hoy périmé (en decaden­cia, periclitado)».

«Las referencias de José Carlos Mariátegui a las obras de los europeos (especialmente a los franceses), están mal seleccionadas. Este autor parece haber ignorado los grandes movimientos de pensamiento de fines del siglo XIX y de co­mienzos del siglo XX (escuela psicológica aus­tríaca, escuela inglesa neoclásica, escuela de Laussane, etc.). En resumen: obra de propagan da, envejecida, y que ya no tiene más que un interés histórico».4

El mismo prologuista de la obra de Baudin (José Antonio Arze) se encarga de refutar el an­timarxismo del profesor francés. Extractaremos pues una síntesis del prólogo del catedrático boliviano: «Extraña que el profesor Baudin diga que el Marxismo es un movimiento périmé, cuan­do, por el contrario, esta doctrina es la que ma­yor vitalidad ofrece en el movimiento de la ciencia contemporánea, no sólo en la Unión So­viética ( ¡sexta parte del planeta, con 180 millo­nes de hombres, no olvidemos) sino hasta entre los propios capitalistas, cuyos "sabios", después de un largo período en que fingían ignorar el Marxismo, se encarnizan ahora en desconocerle categoría científica tratando de explicar su ya indiscutible vitalidad en la política práctica, co­mo simple movimiento místico... Permítanos el profesor Baudin recordarle que entre sus actua­les colegas en las altas esferas universitarias de París figuran, sin embargo, biólogos como Mar­cel Prénant, profesor de Anatomía e Histología

Comparadas en la Sorbona; psicólogos como Henri Wallon, profesor de Psicología y Pedagogía en el College de France; sociólogos como A. Cuvillier, catedrático de Sociología en la Escuela Normal Superior de París, todos los cuales se declaran abiertos partidarios del Materialismo Dialéctico que es el marxismo latu sensu o que reconocen, por lo menos, su enorme importancia en las corrientes científicas de nuestro tiempo».

«Lo que va siendo evidentemente périmé es la ideología burguesa. Su ruina es tan inminente como la de la estructura capitalista en que reposa, a pesar de los desesperados esfuerzos que el Fascismo realiza para retardar esa inevitable quiebra...».5

Casi nada tendríamos que agregar a los juicios del conocido sociólogo boliviano. Sólo insistiremos en la ruina de la ideología burguesa que aún todavía sigue infectando algunos cerebros reaccionarios que, sin analizar debidamente el Marxismo, pretenden combatirlo con doctrinas importadas e ideas sin base.

Hasta hace algunos años, los servidores intelectuales de la burguesía se aprovechaban del desconocimiento de las corrientes marxistas. Explotaban esa situación en provecho de su causa planteando fórmulas y argumentos a su antojo y capricho. Pero, el tiempo se ha encargado de extender las corrientes científicas de Marx y si no se ha llegado a su comprensión cabal, por lo menos han dejado la huella de la duda, que basta para servir de pedestal a su asentamiento científico. Hoy, los que conocen rudimentos marxistas dudan de las doctrinas burguesas y las desprecian como producto de una clase privilegiada. 

LA EVOLUCION ECONOMICA: EL INCARIO

«En el Incario de los Inkas, agru­pación de comunas agrícolas y se­dentarias, lo más interesante era la economía».

José Carlos Mariátegui.

Este es el punto de partida del presente tra­bajo. Hubiéramos querido penetrar en nuestras investigaciones a la etapa anterior al incario, o sea a ese período oscuro en datos precisos, y que aún espera la solución de su verdad histórica. Es indiscutible que lo que actualmente ocupa el territorio de Bolivia y aun los territorios de países vecinos fue teatro del desarrollo de dos forma­ciones sociales: la primera, anterior a la funda­ción del incario y que algunos autores identifi­can con el Imperio de Tiahuanacu, del cual aún quedan ruinas que tanto interés han despertado entre los estudiosos; la segunda, es el Imperio de los Incas que nos interesa mayormente para un estudio de la índole del que nos proponemos, porque el adentrarse en las etapas primigenias del Perú antiguo nos llevaría a hipótesis y datos nada precisos. Sin embargo, debemos dejar es­tablecido que la civilización incásica se formó sobre las bases de una sociedad anterior, de una sociedad que seguramente pasó por los ciclos e instituciones que tan magistralmente localiza Luis Morgan en su obra La Sociedad Primitiva, la misma que ha servido a Engels para hacer el esquema de la historia humana.

Una de esas instituciones heredada de los tiem­pos primitivos peruanos es sin duda el ayllu que, siendo la sociedad sociogénica por excelencia en la existencia peruana, ha tenido lógicamente que proyectarse hacia distintas actividades de la vi­da incaica. Puede hacerse un desdoblamiento de diferentes actividades dentro del mismo ayllu; así, puede hablarse de un ayllu político, de un ayllu cultural, familiar e incluso militar. Por esa razón, el problema económico, la actividad eco­nómica, tampoco pudo escapar de ese principio que podría identificarse con el ayllu económico. No olvidemos que como célula globalizadora es­tá el ayllu que es unidad de organización, ­conjunto sociológico y base fundamental de la sociedad peruana. Pero, por método se puede ha­cer distinciones.

La economía es la base esencial de las socie­dades. «... en la producción social de su existen­cia los hombres entran en relaciones determina­das, necesarias, independientes de su voluntad, estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuer­zas productoras materiales».6 Esas fuerzas productoras materiales de que habla Marx fueron las que dieron su fisonomía al ayllu económico y no solamente a éste, sino a la colectividad toda. La línea evolutiva del proceso de producción, caracterizada por la propiedad comunitaria, tu­vo su principio básico en la actividad agraria que, podemos decir, fue el elemento básico de tipo ancestral del sistema económico del Perú pri­mitivo.

No hemos basado la aplicación de la actividad económica sobre ninguna de las diversas forma­ciones territoriales de que hablan algunos auto­res. Así, Posnansky proporciona el siguiente cua­dro: suyus, marcas, sayas, ayllus y sayañas.7 Más bien, hemos preferido referirnos únicamente al ayllu porque, como afirma Zelada: «El ayllu es la primera forma de existencia armónica»,8 igual cosa podemos decir con Cünow cuando afirma que «el ayllu fue la base social sobre la que se elevó todo el edificio del Imperio de los Incas».9 

AYLLU Y GENS

Como la Sociología pretende obtener siempre generalizaciones, creemos oportuno plantear el si­guiente problema: ¿Qué ha sido el ayllu en com­paración con la gens?...

No olvidemos que la gens constituye la socie­dad de carácter primitivo dentro de la evolución de los pueblos. Pero, a fin de aclarar este tér­mino, preferimos transcribir a Morgan: «El plan de los aborígenes americanos comenzó con la gens y terminó con la confederación».10 Es inte­resante el planteamiento del sociólogo, jurista y etnólogo norteamericano cuando se refiere a las "series orgánicas" que comenzando en la gens, pasaban por la fratria y llegaban a la tribu para alcanzar, finalmente, el "plan" científico que él llama Confederación de tribus, cuyos miembros respectivamente hablaban dialectos del mismo tronco lingüístico, formando una sociedad de ca­rácter gentílico, distinta de una sociedad política o Estado. Morgan fundamenta su apreciación basándose en sus estudios sobre los iroqueses, que después aplica a todas las sociedades en general. Establece Morgan que el desarrollo de la socie­dad primitiva tuvo dos grandes etapas bien mar­cadas: una muy anterior que se desarrolla hasta la formación de las tribus y su culminación en lo que llama Confederación y otra en la que el Es­tado ya aparece en su perfecta forma política. Hemos hecho esta referencia porque para Morgan «cuando fue descubierta la América no exis­tía en ella sociedad política, ciudades, estados ni civilización». «Medió un período étnico entero en­tre las más adelantadas tribus americanas y el comienzo de la civilización, en la acepción propia del término».11

Frente al planteamiento anterior, Luis E. Val­cárcel anota precisamente un carácter muy significativo cuando expresa que todas las organizaciones social-políticas del mundo, al pasar a la fase de la ciudad se disgregaron substituyendo al estado gregario el reconocimiento de la personalidad, es decir el valor del individuo como ente esencialmente individualizado; mas, afirma, en el Imperio Incaico se llegó al Estado y al Ayllu, esa forma gentílica que, como tal, es la oposición de la individualización que supone el Estado que en el Incarío continuó subsistiendo, aunque el hombre no era valorado sino en función del grupo social; es decir que el reconocimiento de la individualización, en el sentido propio, no se produjo.12 Querría decir, pues, que el Ayllu tuvo fisonomía propia, especial, un punto intermedio entre la gens y la confederación de tribus de que habla Morgan. Bautista Saavedra establece que nada ilustra lo suficiente para identificar o confundir el ayllu con la gens,13 pero Cünow afirma que el ayllu no es otra cosa que el nombre peruano de la gens.14 Algo más. Engels tiene la siguiente afirmación: «Las formas americanas constituyen las primigenias dentro del proceso social en general»,15 lo que da a entender que el ayllu no sólo se identifica con la gens, sino que forma un eslabón, en cierto modo, anterior a aquella figura sociogénica del otro mundo y, desde este punto de vista, incluso se podría plantear una duda muy fundada y es la que surge en relación con la antigüedad misma de la sociedad americana.16

Establecida la comparación, nos inclinamos por la identidad. Creemos que el ayllu ha sido una forma de la gens o la gens misma.

Ahora, surge una nueva cuestión ¿cómo podría definirse al ayllu? ... Se ha dicho que fue una formación con vínculo triple: consanguíneo, económico y religioso. Es del todo aceptable que el ayllu hubiera tenido primeramente una formación de parentesco consanguíneo para transformarse después en entidad territorial-económi­ca. Pero hay autor que afirma que los ayllus permanecieron como grupos consanguíneos en razón de la conservación de la pureza de la san­gre que fue preocupación esencial de los incas.17

Para García «el ayllu es la familia andina pa­triarcal, característica, simple y cerrada como un electrón o pequeño universo, aprisionado entre montañas, que ha sobrevivido a, todos los cam­bios de, nuestra historia, con la misma perenni­dad inconmovible de esos montes donde arrai­ga».18

No se puede perder de vista el hecho de que a cada ayllu se encontraban ligados fuertes prin­cipios religiosos, pues cada uno de aquéllos te­nía su deidad protectora.

El ayllu fue un sistema económico con diversas proyecciones. La base del ayllu, como sistema económico, fue la agricultura y la ganadería. Las tierras estaban distribuidas dé tal manera que se sujetaban a un rol de trabajos. Garcilaso de la Vega y Cieza de León afirman que los cultivos se hallaban sujetos al siguiente plan: primero, trabajos agrícolas destinados al sol, es decir a los oficios sacerdotales y a las festividades religio­sas; segundo, trabajo agrícola en beneficio del pueblo, que tenía una modalidad muy intere­sante, pues los enfermos, ancianos, viudas, inváli­dos y reclutados se beneficiaban con el trabajo de la colectividad; tercero, los cultivos del inca, dentro de los cuales se favorecía también a cierta categoría de dirigentes políticos superiores.

En el Incario no existía la propiedad privada en su sentido actual; estaba reducida- a formas mínimas; apenas si a la vivienda, algo de ganado, utensilios y una extensión de tierra para cultivos insignificantes. No obstante de ello, se afirma que cierta categoría de dirigentes privilegiados empezaron a recibir obsequios de tierra, lo que indudablemente habría constituido un primer paso hacia la "formación de sistemas de tipo feudal.

La Economía del Incario se caracterizaba por «una propiedad colectiva de la tierra cultivable por el ayllu o conjunto de familias emparentadas, aunque dividida en lotes individuales, intrans­feribles; propiedad colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la "marca" o tribu, o sea la federación de ayllus establecidos alrededor de una misma aldea; cooperación común en el tra­bajo y apropiación individual de las cosechas y de los frutos»19 

EL "ESTADO MEDIO" DE LA BARBARIE

Luis Morgan en su obra La Sociedad Primitiva realizó estudios brillantes sobre las etapas de la Humanidad. Y, así, sus trabajos sirvieron de ba­se para que Federico Engels haga una división en tres períodos: Salvajismo, Barbarie y Civiliza­ción. Todos ellos con características especiales relacionadas con el aspecto del aprovechamiento económico y la producción. El tema que interesa al presente capítulo, esto es, la organización del Incario, ha sido ubicado por el citado autor en el "estado medio" de la barbarie. Al glosar a Engels, José Antonio Arze expresa que «es lás­tima que no nos haya dejado análisis más proli­jo de su concepto sobre las características econó­micas de la sociedad incaica, en relación dialéc­tica con la fase de comunismo primitivo que de­bieron de haber atravesado las tribus surameri­canas, lo cual nos habría permitido situar los pri­meros signos de la división de clases que com­portó la ulterior aparición de la agricultura y de la ganadería».20

Para Engels el período de la barbarie tiene co­mo característica principal el aspecto ganadero y agrícola, donde además, se aumenta la adquisi­ción de productos naturales en forma más acti­va mediante el trabajo humano. Queda estable­cido que el estadio medio en el que se ubicaría el Incario estaba fisonomizado por la adaptación de la ganadería y la agricultura a la economía de esa sociedad.

Pero el Incario tenía sus características muy peculiares, guardaba en su desarrollo humano de­talles que parecerían contradecir la generaliza­ción anterior. Entre los componentes del Perú primitivo había ya división de clases. No se pue­de negar que existía «una clase directora desti­nada a tener a raya a la clase oprimida y explo­tada».21 Había también una mayoría sojuzgada. Mayoría que estaba encargada de dar movimien­to a la máquina agraria que mantenía la subsis­tencia misma del Incario y era el punto de apoyo de la otra clase: de la clase privilegiada. Enton­ces, habrá que decir que el Incario «constituía ya una avanzada etapa de sociedad con división de clases, aunque en lo económico no hubiese alcanzado todavía el "estadio de la producción mercantilista" que fue la característica de las sociedades del Viejo Mundo en su tránsito de la barbarie a la civilización».22

Mas, esa división de clases permite formular una pregunta: ¿no tenían los yanaconas (explo­tados) algunas características de tipo esclavista?.. No olvidemos que el mismo catedrático Arze en sus notas al artículo publicado en la Sección de Socioetnología, Historia y Biografía de la Re­vista del ISBO afirma «que es indudable que los yanaconas incaicos aun constituyendo por cier­tos caracteres una clase esclava tienen rasgos específicos que el mismo Baudin cuida de hacer notar». Sin embargo, si bien es aceptable otor­gar características de esclavos a los trabajadores de la masa incaica, no por ello se puede hacer generalizaciones peligrosas. Pero, de todos mo­dos, es posible hablar de algunas identidades en cuanto a la forma de existencia, mas no en cuan­to a la producción.

Ahora bien, ¿la base económica del Incario, dio la fisonomía de sus instituciones? Es decir, que ¿sería posible encontrar un entrelazamiento entre la religión, lenguaje, educación, derecho, etc., y la base agraria? Más que eso, toda la su­perestructura del Incario radicaba fundamental­mente en la división de clases que fue —sin du­da— el producto de la producción incaria. La religión encerraba en su sistema a los privile­giados, llámense ellos inca, sacerdotes o guerre­ros conductores. En cuanto al lenguaje, autores de la Colonia afirmaron que los de la realeza incaica hablaban un idioma diferente al de los yanaconas. En lo que respecta a la educación, fueron los hijos de las minorías conductoras los que recibían el privilegio de una atención pre­ferente, cuidando al mismo tiempo, de no ex­tender las enseñanzas a la clase dominada. El Derecho durante el Incario también fue un pro­ducto hábil de la clase sojuzgante, pues sus re­glas consuetudinarias no hacían otra cosa que mantener un equilibrio entre la masa y la clase directora. El estado mismo, como lo sostiene el marxismo, conjuntamente, con todo el aspecto político-jurídico estaba edificado sobre un siste­ma de clase, un sistema donde la élite poseedora de los intereses económicos ejercía control y di­rección sobre los medios de producción.23

MARIATEGUI Y EL INCARIO

Al finalizar este capítulo, no podemos dejar de consignar el juicio del escritor peruano sobre el presente tema. Mariátegui afirma que «en el Im­perio de los Inkas, de agrupación de comunas agrícolas y sedentarias, lo más interesante era la economía. Las subsistencias abundaban; la pobla­ción crecía. El Imperio ignoró radicalmente el problema de Malthus. La organización colectivis­ta, regida por los Inkas, había enervado en los in­dios el impulso individual; pero había desarro­llado extraordinariamente en ellos, en provecho de ese régimen económico, el hábito de una hu­milde y religiosa obediencia a su deber social». Más adelante expresa: «El pueblo inkaico era un pueblo de campesinos, dedicados ordinariamente a la agricultura y el pastoreo Su civilización se caracterizaba, en todos sus rasgos dominantes, como una civilización agraria». En la página 37 de sus Siete Ensayos plantea esta definición: «Al comunismo incaico que no puede ser negado ni disminuido por haberse desenvuelto bajo un ré­gimen autocrático de los inkas se le designa por esto como comunismo agrario».24

Hemos seguido de cerca los planteamientos de Mariátegui. Estamos de acuerdo en su interpre­tación económica del Incario cuando dice que él tuvo por base la agricultura. Pero no aceptamos la radical definición que da del régimen incario cuando le asigna un "comunismo agrario". No olvidemos que varios escritores y entre ellos Haya de la Torre se apresuraron a calificar de comunismo al Imperio de los Incas. Calificación apresurada y cuyo análisis ya lo ha hecho el Ca­tedrático de la materia, y del que solamente to­maremos un breve resumen. Sostiene el doctor Arze que tanto el juicio de Mariátegui como el de Haya de la Torre son susceptible de obje­ciones porque la afirmación demostrada del sis­tema clasista del Incario destruye cualquier de­finición de tipo comunista.

El doctor Arze, no solamente se detiene en este aspecto sino que analiza con detalle el antimar­xismo de Haya de la Torre cuando éste, a tiem­po de referirse al comunismo de los incas, se des­plaza a la definición "feudal" de las culturas pri­mitivas del Egipto, Asiria, Caldea y Roma. Tam­bién refuta a Baudin en la definición del Inca­rio cuando lo califica de "socialista" por su ra­cionalización de la sociedad, por el anonadamien­to del individuo, por la tendencia a la igualdad y por la supresión de la propiedad privada; y finalmente, después de hacer un estudio de las instituciones incaicas llega a la conclusión de que no puede darse tal calificativo al sistema del In­cario porque «carecía de la técnica productiva in­dispensable para la posibilidad de ese régimen y porque era una organización esencialmente clasista». Pero, el doctor Arze, al final de su es­tudio declara: «el calificativo que podría aplicar­se a lo sumo a la organización incaica es el de semisocialista, con las reservas que esta designación supone».25

Lo expresado anteriormente, y que se concreta a la respuesta de ¿fue comunista el Imperio de los Incas?, demuestra que no existe una calificación precisa para determinar el régimen económico-político de los incas; que es difícil aventurar una concreción; en fin, que los incas tuvieron algo propio, un sistema que aun encerrándose en los ciclos de Engels, los contradicen en la realidad de varias de sus instituciones y se fisonomizan como una sociedad con características diferenciales, casi propias que impiden situarlas dentro de las formas políticas conocidas en la teoría y en la práctica porque el Incario participó de muchas instituciones que permiten en todo momento reservas muy serias.

Dentro de nuestro concepto y después de haber compulsado las diferentes opiniones, creemos que la etapa histórica del Incario aún merece mucho análisis y un calificativo más propio, un calificativo que lo aparte de los que se le han pretendido proporcionar y que interprete con exactitud el sentido científico que un estudio de tal naturaleza merece.

Para concluir, cerremos este capítulo con la frase de Baudin al final de su libro, señalando que cuando el escritor francés Gastón Leroux escribió su novela La Esposa del Sol, a todos pareció una producción esencialmente fantástica y es que nunca lo verdadero fue tan poco verosímil.  

LA ETAPA DE LA COLONIA

Durante el período del Incario el individuo estaba ligado a la tierra. Su economía era la tierra. «El nexo sanguíneo del ayllu se acrecienta mucho más con el elemento telúrico. La tierra enraíza a los hombres ni más ni menos como si fueran vegetales».26 El indio vivía bajo el sostén de la producción agrícola y ese medio de existencia era el que constituía la base de su desarrollo. Muy diferente habría de ser su situación a la llegada del conquistador que trajo desde su lugar de origen un sistema distinto, un método que cambió radicalmente no sólo la economía del Continente sino también los moldes de la estructura humana en su diversas manifestaciones.

En primer lugar, la técnica productiva debía sufrir un violento cambio. No olvidemos que España conservaba en su haber de pueblo una experiencia mayor y los adelantos de la Europa del siglo XV estaban muy por encima de la técnica rudimentaria de los americanos. La base misma de la producción fue substituida por nuevos sistemas a los que el indio era ajeno pero que, al imperativo de la fuerza y la violencia, tuvo que adaptarse aunque ello le significaba destrucción y aniquilamiento de sus anteriores fuentes humanas. La economía agraria tuvo que ceder el campo a la economía minera porque España necesitaba tonificar sus tesoros para hacer frente a las necesidades que exigía una Europa sobre la que pesaban muchos siglos de verdadera incertidumbre. La economía minera sacó del régimen agrario incaico al trabajador indígena para transportarlo bruscamente a las entrañas de la tierra donde concluiría por dejar la potencialidad misma de una raza que estaba llamada a mejor orientación.

En el aspecto demográfico la irrupción del conquistador español trajo como-consecuencia inmediata una amalgama entre el blanco y el indígena, que después dio como resultado él mestizaje.

En lo político-social, frente a la tesis de las formaciones del Incario surge la antítesis del feudalismo español. La autoridad del Inca pasó a la del Rey de España que distribuyó las tierras entre los conquistadores. Además, no hubo asomo de soberanía popular. La legislación se apoyaba en la jurisprudencia indiana que jamás pudo haber interpretado el sentido humano de la Colonia. Las Leyes de Indias no podían llegar en su rol de justicia hasta los indios, que constituían una mayoría sin apoyo del Estado ni reconocimiento de su valor material de trabajo.

En cuanto a la cultura, el feudalismo católico se extendió por toda la Colonia fisonomizando a los americanos con un ropaje muy propio. Otra víctima de la época fue sin duda la ciencia que tuvo que seguir el mandato del escolasticismo con sus marcos cerrados y doctrinales de tipo dogmático. La enseñanza, desde un principio, estuvo encomendada a la Iglesia. Será interesante hacer un detalle rápido de las instituciones culturales fundadas durante la colonia para apreciar la época en que se inició la enseñanza superior en la América; el año 1559 el Papa Clemente VIII confirmó la Universidad de México, la misma que se halla discutida en cuanto a su fundación pues según unos fue en 1551 y según otros en 1555; en 1572 se fundó la Universidad de Lima,27 confirmada por el Papa Pío V; después vino la Universidad de Córdoba del Tucumán fundada en 1614, encomendada a los Padres de la Compañía de Jesús; pero esta Universidad recién empezó en sus labores a partir de 1622. La cuarta fundación de estas casas de estudio coloniales fue la de San Francisco Xavier, en Chuquisaca, el año 1624, también por los padres de la Compañía de Jesús. Esta célebre Universidad, por cédula real de Aranjuez de 10 de abril de 1798, recibió la gracia de que goce de todos los "honores y prerrogativas" de la Universidad de Salamanca, lo que «importó condecorarla con el más alto timbre en la enseñanza». De estas universidades egresaron minorías privilegiadas de la cultura que constituían una verdadera élite frente al analfabetismo e ignorancia de la inmensa mayoría colonial. Como dato de interés, será preciso conocer el papel preponderante que jugó en el movimiento de liberación americana la Universidad de San Francisco Xavier. En capítulo especial nos referimos a este aspecto.  

CLASES SOCIALES

La colonia tuvo que soportar un choque étnico, una amalgama humana de muy distinta cultura, situación e ideas. De la Iberia llegaron individuos con características muy peculiares a establecerse en medio de hombres de historia y tradición diferentes. De esa amalgama humana debía formarse, más tarde, nuevas clases sociales diferenciadas unas de otras. En primer término, los feudales que comprendían a los españoles y criollos; en segundo lugar, los nativos o indios que soportaban una irrupción extraña; y, en tercer sitio, los artesanos, clase media aunque reducida pero que mantenía cierta independencia por sus oficios manuales y su pequeña industria. De estas tres clases indudablemente la predominante fue la del español que conservaba privilegios de toda índole, restringiendo inclusive la ocupación de los cargos directivos con verdadero monopolio administrativo; por otra parte, económicamente constituían la clase más beneficiada porque el Rey de España les concedió el privilegio de las tierras que pasaron a incrementar la economía particular de los hijos de la península ibérica. La clase sojuzgada estaba constituida por los indios que soportaban el mayorazgo, la encomienda y la mita, sistemas de verdadera opresión y esclavitud. Este panorama puede ser englobado en una sola apreciación: la tesis del semisocialísmo incaico en choque con la antítesis del feudalismo español debía dar, como consecuencia dialéctica, la síntesis de un feudalismo criollo compuesto por los descendientes de los blancos radicados en América y por los mestizos acaudalados que ya empezaban a ostentar cierta categoría de importancia social. (En los párrafos referentes a la Revolución de la Independencia, documentamos y ampliamos mayormente este aspecto). 

LA RESPONSABILIDAD DE LA COLONIA

Es indudable que la Historia señala responsabilidades a los pueblos y a los dirigentes. La colonización española tiene también su parte de responsabilidad en su obra en la América. Destruyó una economía que muy bien pudo servir de cimiento a la realización de un plan humano y justo. El aniquilamiento de la economía agraria del Incario significó una auténtica sentencia de destrucción en el alma de la América que más tarde formaría pueblos libres que hasta hoy llevan el error colonial.

¿Podría decirse de la colonización española que implantó un régimen esclavista? No perdamos de vista que el esclavo fue un factor económico de la segunda gran etapa de la humanidad. Claro que localizar a la Colonia dentro de una apreciación esclavista, en el sentido estricto del término científico, sería aventurado; pero, «el esclavo era propiedad absoluta de su amo, que podía disponer de él como de sus rebaños. Los esclavos estaban desprovistos de los derechos cívicos más elementales y sus amos podían matarlos impunemente... La atroz explotación de que eran víctimas determinaba su rápida inutilización).28 Y los indios de la América sufrían una bestial explotación. Eran verdaderos esclavos aunque no en el sentido, marxista de que nos habla Engels en su Anti Dühring. Aún más, ¿no sería magnífico transportar el gesto heroico de aquel esclavo romano —Espartaco— que el año 77 antes de nuestra era levantaba su pendón revolucionario en pos de reivindicaciones humanas, al del sacrificio también heroico y noble de los Túpac Amaru, los Catari de la América, que parecen representar un signo de redención en las clases explotadas de esta parte del Mundo?... 

LA COLONIZACION EN EL NORTE

Creemos necesario hacer una rápida interpretación del movimiento colonizador inglés en la América del Norte. Ese proceso fue totalmente distinto al español en el Sur. Los ingleses transportaron costumbres, familias, un sentido humano de labor colonizadora. Pero, esa política inglesa debía tener sus consecuencias, su resultado propio. El desplazamiento del inglés transportaba con sus hombres y sus familias el espíritu de su época y el mandato de la historia. El tiempo se encargó de mostrarnos el papel de los Estados Unidos en el concierto mundial de los pueblos. Inglaterra transportó al norte de la América el fermento de un nuevo imperialismo; de una penetración económica superior, cuyas víctimas primeras fueron, sin duda, los pueblos próximos. Aún más, la gran nación del Norte debía pesar con el tiempo en el fiel de los países imperialistas compitiendo con su progenitora: Inglaterra. La tierra del Norte tuvo cultivos en lugar de encomiendas. «Y en vez de una aristocracia guerrera y agrícola con timbres de turbio abolengo real abolengo cortesano, de abyección y homicidio, se desarrolló una aristocracia de la aptitud que es lo que se llama democracia, una democracia que en sus comienzos no reconoció más preceptos que los del lema francés: libertad, igualdad, fraternidad).29 «De ese sabio, de ese justiciero régimen social procede el gran poderío norteamericano. Por no haber procedido en forma semejante nosotros hemos ido caminando tantas veces para atrás).30

España substituyó a las comunidades agrarias indígenas con latifundios de propiedad privada, cultivados por los indios bajo un sistema de organización feudal. 

PSICOLOGIA SOCIAL

Mucho se ha discutido sobre la psicología social de la Colonia; pero creernos que hacer generalizaciones sobre este aspecto es muy aventurado. El escritor Arguedas con verdadera pasión y sin el refuerzo documental necesario atribuye todos los males de la América al mestizo. No es afán nuestro refutar al autor de La Danza de las Sombras, porque ya lo han hecho estudiosos de la talla de José Antonio Arze que en la Revista de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de Sucre se ocupa de dicho autor. En síntesis, el español tenía las características del altanero, era individualista, perezoso, violento; el indio, en cambio, era manso, mansedumbre obtenida por su misma condición colectivista anterior a la Colonia; el aymara, en particular, estaba adaptado al principio telúrico de su ubicación geográfica. «El cruzamiento de estas dos razas dio por resultado evidentemente un producto psicológico algo contradictorio, en el que los defectos de las razas progenitoras se habrían acentuado más que sus virtudes, según algunos psicoetnólogos. Sería aventurado, sin embargo, sostener con la desaprensión con que lo hace D. Alcides Arguedas, que el mestizo es un tipo inferior y cargarle a su cuenta todos los desastres que registra la historia nacional. ¿No fueron mestizos los que más inteligente y valientemente lucharon durante la Guerra de la Independencia? Y, si se sostiene tan sentenciosamente que el mestizo es flojo, inclinado a la embriaguez, a la rapiña y a la suciedad, voluble en sus pasiones políticas ¿no se está haciendo con esto simplemente el retrata moral de una clase que ha estado privada de los medios económicos necesarios para transformar se moralmente?».31

Además, creemos que los medios económicos moldean la moral y la psicología colectiva. 

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

En este aspecto, queremos reducirnos únicamente al papel de los centros directivos intelectuales de la Colonia, que tuvieron acción magnífica y preponderante en la gesta de la independencia. Más que a la guerra de los 15 años, hemos de referirnos al "pensamiento revolucionario" que, consideramos, tiene su mejor interpretación en la Universidad de San Francisco Xavier.32

Las clases universitarias de la América estaban destinadas a fermentar un poderoso pensamiento, un nervio de acción que debía reaccionar violentamente conmoviendo los cimientos de una Es­paña feudal.

Norteamérica, primero, sacudiendo los pesa­dos dogales de la poderosa Inglaterra, a quien arrebataron los revolucionarios del Norte su he­gemonía en el corazón de una tierra nueva; Fran­cia después, con su legión de jacobinos amantes de un ideal sublime, con sus mártires del cadal­so, con su Capeto ajusticiado en nombre de una causa, debían servir de lejano ejemplo a la men­talidad intelectual de aquel período colonial.

Cuando se trata de acercarse a las líneas de la interpretación sociológica, la tarea narrativa o histórico-descriptiva se encuentra un tanto ale­jada del investigador. «Lo que la sociología de­be considerar son, pues, los diferentes factores, los distintos elementos „que llenan el cuadro va­cío del tiempo; la fecha no constituye, en defi­nitiva, más que un recordatorio de los factores concomitantes que concurren a producir un re­sultado determinado. Lo que produjo la Revolu­ción de 1789 o la guerra de 1914, no son las "fe­chas fatídicas" de 1789 ó de 1914, sino un con­curso de causas que se reunieron en esas fechas. El papel de la sociología es el de investigar, de manera general y haciendo abstracción de la fe­cha, esas acciones causantes, esas leyes. Pero pa­ra ello es evidente que tiene que considerar a los hechos sociales como fenómenos susceptibles de repetición y desde un punto de vista en cierta forma intemporal».33 Los factores del movimiento de Independencia tuvieron su fisonomía propia, tuvieron una gestación anterior al acto mismo y, a nuestro juicio, partieron de un plano que, a tiempo de entrar en la página histórica más tras­cendental del Alto Perú, se deformaron hacién­dose intérpretes más bien de un proceso al que no podía descartarse porque ya pesaba como una realidad social.

Consideramos necesario insistir en el factor hombre. En el caso concreto, será preciso pues formarse un panorama de las divisiones sociales durante la época de la Colonia y ubicar en ellas a las clases intelectuales que dirigieron el mo­vimiento de independencia.

El panorama social de la Colonia estaba asen­tado en la injusticia. Lo que al principio fue di­visión de raza (españoles e indios), con el tiem­po fue tomando otro aspecto, otro carácter; la base económica, determinó otra separación de grupos humanos. «La explotación de los meta­les preciosos y el desdén por el trabajo fecundo de la tierra que prodiga los frutos renovados, constituyeron una sociedad típica, o mejor dos sociedades superpuestas: abajo la inmensa legión de los indios hundidos en las cuevas de las mi­nas, y en lo alto, un núcleo directivo de enco­menderos y magistrados»;34 ése era el aspecto de la sociedad colonial a los pocos años de iniciada la labor de explotación en América. El indio que hasta fines del siglo XV había sido hijo de la tierra, de cuya riqueza agrícola obtenía sustento y felicidad, fue arrancado de su sistema primi­tivo para incorporarlo a la mesnada de materia­les humanos necesarios para el enriquecimiento de los tesoros de Madrid que exigían el brazo del indio convertido en minero.

Más tarde, el correr de los años fue amalga­mando nuevos productos humanos. El vientre indio debía gestar la nueva formación racial que, al lado de las ya existentes, daría fisonomía pro­pia a la división de clases. «La sociedad ameri­cana estaba dividida en tres clases opuestas en intereses, sin vínculo alguno de sociabilidad mo­ral y política. Componían la primera los togados, el clero y ;os mandones; la segunda los enrique­cidos por el monopolio y el capricho cíe la for­tuna; la tercera los villanos llamarlas "gauchos" y "compadritos" en el Río de la Plata, "cholos" en el Perú, "rotos" en Chile, "leperos" en Méxi­co.35 En la primera clase se agrupaban los aris­tócratas españoles que habían abandonado la península con sed de aventuras, con ambición de ri­quezas, con propósitos egoístas o con esperanzas lejanas; al lado de éstos estaban los burócratas del reino que, con los criollos incorporados a su lado, confrontaban intereses comunes, hermanán­dose en una misión común. La segunda clase es­taba destinada a tomar fisonomía económica muy característica; era representante de los comer­ciantes e industriales; éstos, que formaban una naciente burguesía, más tarde pasaron a engro­sar las filas del feudalismo criollo, con el que asistieron hermanados a la lucha emancipadora, impulsados por la esperanza de obtener un mejor y más propio control sobre las inmensas riquezas que guardaba el Alto Perú. El proletariado, rudimentariamente formado, así como el artesano criollo, integraban el tercer grupo que se carac­terizaba por su reducida labor manual y estre­cho rendimiento económico dentro de las activi­dades coloniales.

Frente a estas tres clases aún había algo más. Mezclada entre la riqueza del suelo y el látigo del conquistador, se alzaba la historia de un pa­sado humano y la tristeza de una importación despiadada: «las castas indígenas y africanas eran esclavas y tenían una existencia extra­social».36 España había reflejado en la América sus propias formas feudales. Erigió, pues, una sociedad de tipo español, donde la condición de las castas inferiores era de un servilismo evi­dente. «De Cádiz a Chuquisaca, todas las ciuda­des intermedias, regimentadas por opulentos mo­nopolistas, constituían la suma de los intereses creados; los eslabones de la cadena con que se formó la esclavitud económica del indios.37 Ha­bía, en resumen, en la América una nobleza te­rrateniente formada por la aristocracia española y los americanos que se asimilaban a sus intere­ses, una burguesía comerciante que «gozaba tran­quilamente su industria y comercio»,38 un pro­letariado rudimentario y una casta de siervos.

A esa nobleza estaba reservada también la cul­tura y así en 1758 se previno mediante cédula real al Virrey de Lima que debía tener muy en cuenta los estatutos de los tres colegios de Lima y ordenaba que los «zambos, mulatos y otras peores castas» quedaran al margen de las profesiones. 39 

LA UNIVERSIDAD DE SAN FRANCISCO XAVIER FRENTE AL ESPECTACULO
COLONIAL

«La libertad es innata en el ser humano. Ella vive aun en el alma del esclavo»;40 y los universitarios de Charcas, desde los primeros años de estudio, debieron de impresionar su conciencia con el imperativo de la libertad. En América había mucho que libertar y a esa intención se abrazaron con el calor y la responsabilidad que significa el compromiso de cumplir con la historia. Ese principio por el que tanto luchó y sigue luchando la humanidad, palpitó en el cerebro revolucionario de la Colonia, en la mentalidad de esos linajudos y bienquistos, para usar la expresión de Gabriel René Moreno, que «manejaban las dos armas temibles de aquella tierra: el disimulo y la simulación, nervios constitutivos de la duplicidad altoperuana»;41 el espectáculo colonial fue siempre un jalón de libertad, un imperativo humano que cumplir. Será pues preciso analizar esa visión y ver hasta qué punto la Colonia pudo impresionar la sensibilidad universitaria y cuál fue la reacción intelectual que produjo esa cadena de diferentes acontecimientos que corrieron por delante de ojos ávidos de nuevos principios, amantes de resolver problemas de justicia social que, sin penetrarlos profundamente, parecían adivinar, buscarlos, esperar su advenimiento... Ese espectáculo colonial y su elaboración en los cerebros doctos de la época contribuirá a desenmarañar el pensamiento revolucionario de la América.

Hasta 1763 la Universidad de Charcas estuvo sometida al control de los jesuitas. Esa etapa de formación no proporciona mayores elemen­tos de análisis y creemos que la labor del jesui­tismo en la Colonia es motivo de estudio aparte. Dejemos establecido, simplemente, que en 1763 la Compañía de Jesús sufrió un colapso en sus actividades por la expulsión que ordenó Carlos IFF. Las causas para esta determinación real no son desconocidas; los discípulos de Loyola no sólo en el campo colonial, sino también en la misma estabilidad de los poderosos estados euro­peos, se presentaron como un evidente peligro. Para afirmar lo anterior recordemos, de paso, que los Campian, Briant, Buignard, etc., fueron jesuitas que por su situación significaron verda­dera amenaza para los poderosos reyes europeos.

Se acerca 1780 y el anhelo de acontecimientos que excite la sensibilidad general, parece atisbar los claustros universitarios, donde una atmósfe­ra de incertidumbre rodea a los futuros doctores. El clamor de una raza oprimida parece bus­car su refugio entre aquellos que, por un ins­tante, pudieron confrontar un principio de justi­cia social. Ante los ojos de los altoperuanos y de la Colonia misma, se levantó en I780 el es­pectáculo sangriento de los Túpac Amaru y los Catari. Este acontecimiento admite serias reflexiones. De por sí es un espectáculo que obliga a la meditación serena sobre el concepto de hombre frente al de justicia, sobre el planteamiento del indio y blanco identificados en una elevada con­cepción humana: la igualdad. Túpac Amaru es la encarnación de la fuerza inmensa que repre­sentan los tristes desamparados de las autori­dades, la fortuna, la educación, la cultura y todo cuanto dice en la vida, es el grito perdurable de los olvidados y opresos, es la propia conciencia humana reivindicando sus elementales derechos para un mínimo decoroso de existencia».42 El su­ceso del levantamiento y las medidas sangrien­tas de represión dieron lugar a que la Universidad captara las primeras emisiones de esa proyección social. «Y aunque en ese terrible cataclismo los criollos y mestizos debieron coaligarse con los españoles contra los indios, después de todo, los cerebros pensantes del país pudieron comprender que aquel levantamiento de la raza autóctona, no obstante su ignorancia, su abyección y aun su bestialidad era una verdadera lección de bravura y de energía para las clases más elevadas del Alto Perú».43 Y no solamente fue una lección de bravura, sino un ejemplo vigoroso que marcaría los pasos, de esa continuación histórica iniciada en siglos anteriores y que aún continúa buscando, como meta final, el movimiento de emancipación de la humanidad. «La Audiencia anegó después en sangre indígena las calles y las plazas de la capital, para escarmiento de las generaciones presentes y de las venideras... Aunque súbditos convencidos hoy del Rey de España ¿quién pudo entonces impedir a esos criollos y mestizos, a esos que estudiando la ciencia de la justicia contemplaban desde los balcones de la Universidad las atroces inmolaciones el recapacitar con amargura sobre las iniquidades administrativas que habían provocado hasta la desesperación el alzamiento? Porque, después de todo, españoles europeos eran todos los que por logro o privilegio servían de agentes oficiales a la opresión común en el Alto Perú, mientras que la indiada venía a ser hermana de los estudiantes alto peruanos por el vínculo del suelo, de algunos por los vínculos del suelo y de la sangre».44

No solamente fue en 1780 cuando vibró el diapasón que impresionaría el sentido revolucionario de las aristocracias intelectuales, sino que más tarde tendría su fruto inmediato en los "cholos" de Chuquisaca que en 1785 hicieron escuchar su amenaza profética de: «guerra queremos, guerra, aguardamos la ocasión». «Y este era también otro ejemplo sugerente para las clases universitarias. Los impulsivos cholos con ese grito cándido y espontáneo, que después se­ría severamente castigado, habían sin saberlo, traducido los mismos sentimientos e ideas que estaban ocultos en los hombres conscientes de Chuquisaca»,45 En ese tiempo, el pensamiento revolucionario empezó a bullir al calor de un fuego que ardía en la conciencia, en lo íntimo, tratando de reflejar el gran problema humano. El espectáculo que brindaba esa raza servil, ha­bría de exigir de los doctores y estudiantes, só­lidas mediciones y ahí en ese instante, en ese momento, creemos localizar lo más sublime del pensamiento revolucionario de América. «¿Qué pensaron —los dirigentes revolucionarios— al contemplar aquel poderoso nativo que serpen­teaba por calles y plazas rugiendo como un to­rrente devastador, para ir a estrellarse furioso contra las armas del rey? ¿Qué pensaron? ¿No estaba fresca la memoria del tumulto de 1782 y de los motines sangrientos de Oruro y Cocha­bamba, donde el espíritu de casta también se había sublevado inconsciente y ciego pero temi­ble?».46

Creemos que en ese instante, las ideas revo­lucionarias comenzaron su proceso más serio. Era un brocal que dejaba ver el límpido fondo de sus esperanzas lejanas, remotas, profundas, donde se levantaba un espejismo, una ilusión: era la igualdad social que pedía sitio en los ce­rebros revolucionarios...  

CONCIENCIA DE CLASE

¿Hubo conciencia de clase entre los dirigentes de la guerra de independencia americana? Pre­ciso será aclarar el término "conciencia de clase". «Olvidando las peripecias que precedieron du­rante siglos a la formación de los partidos ac­tuales, caemos a menudo en la ingenuidad de suponer que cada clase social produce, de mane­ra casi refleja, el partido que la interpreta y que la sirve, y que cada individuo que compone esas clases adquiere también, de modo casi automático, la mentalidad que mejor pueda expresar sus intereses».47 De esto se deduce que hubiera bastado conocer, por ejemplo, el lugar que ocupó la Universidad de San Francisco Xavier durante la etapa colonial, tornando en cuenta la producción, para poder anticipar terminantemente los detalles mínimos de su ideología. Precisando, sabernos que la cuestión conciencia de clase se plantea desde dos puntos de vista: el individual y el social. El punto de vista psicológico individual tiene su base en la averiguación de cómo y en virtud de qué circunstancia se ha llegado a descubrir que se forma parte de una clase social con intereses que le son propios y que están opuestos a los intereses de otras clases; es decir «tener una existencia en sí».48 El aspecto psicológico-social es consecuencia del primero y se caracteriza porque ya existe un concepto de defensa, de mutuos intereses que resguardar, es decir «tener una existencia para sí».49 Con estos datos subsiste la interrogante: ¿Hubo conciencia de clase entre los grupos directivas de la independencia americana? Nuestra respuesta se aventura a sostener que la conciencia de clase estaba en un proceso embrionario, aún no había adquirido la madurez suficiente como para descubrir el movimiento también rudimentario de la feudal burguesía criolla, a quien, sin embargo, pasó a servir en el proceso de la revolución como hecho. 

EL PROCESO DE LAS IDEAS

Estamos de acuerdo con Mariátegui cuando plantea sus puntos de vista y afirma que las ideas francesas y norteamericanas encontraron un ambiente favorable en la América del Sur porque en esta parte del Continente americano existía ya aunque fuese embrionariamente una burguesía que a de «sus necesidades e in­tereses económicos, podía y debía contagiarse del humor revolucionario de la burguesía europea».50 Hubo filtración de ideas francesas y norteame­ricanas pero ¿el pensamiento revolucionario res­pondía al mandato de una burguesía embriona­ria?; entendiéndose, desde luego, por mandato una asimilación social donde la conciencia de clase opere sobre los mismos actos. ¿Ese pen­samiento no tuvo, por un instante siquiera, ins­piración propia, característica, surgida de remo­tos pero evidentes anhelos de justicia social? El planteamiento que hace Mariátegui cuando afir­ma que «el hecho intelectual y sentimental no fue anterior al hecho económico»51 está de acuer­do con nuestra manera de interpretar el movi­miento de independencia americana; pero noso­tros tratamos de analizar únicamente el "hecho intelectual" y ubicarlo en el ángulo que le re­servaron los sucesos de la emancipación.

«En aquellos momentos, no había pues, en Hispanoamérica una burguesía capaz de desarro­llar la ideología liberal y democrática de la Re­volución Francesa»,52 es incontrovertible la exis­tencia de una burguesía bien organizada en Fran­cia durante el proceso de 1789, burguesía que dio fuerza a las ideas liberales que planteaban «precisamente el antilatifundismo, el desarrollo del capitalismo industrial y la clausura del ciclo feudal, bajo la fórmula de dejar hacer, dejar pa­sar».53 En la América el proceso de emancipa­ción ineluctable debía realizarse sobre un cimien­to burgués embrionario, incipiente. Pero, frente a estas conclusiones surgen dos preguntas: ¿Fue íntegramente liberal el pensamiento francés durante la Gran Revolución? y ¿estuvo inspirada en el liberalismo el proceso de emancipación americana? En el primer caso, ¿Robespierre no fue intérprete de otro sentido más elevado? Marx y Engels ya se encargaron de revisar la actuación del gran jacobino que «no sólo combatió los cimientos del antiguo Régimen, sino también los de la burguesía que medró con la Revolución y que substituyó a la tiranía feudal del guerrero afortunado, la tiranía moderna del industrial y del financista».54 En cuanto a la segunda pregunta, la serie de hechos revolucionarios y sus consecuencias tuvieron una franca inspiración liberal; pero, el pensamiento revolucionario en su proceso inicial tuvo proyecciones más grandes, más poderosas; y el propósito nuestro es interpretarlo y darle su valor cabal o siquiera aproximativo.  

EL ALTO PERU Y SU PENSAMIENTO UNIVERSITARIO

Ya se hizo referencia a los episodios de 1780. Como punto de partida, se sabe que el espíritu de la Universidad altoperuana había empezado a captar la significación social de tal acontecimiento. Ahora, no olvidemos que Ingenieros, refiriéndose al pensamiento argentino de Mayo sostiene que él renovó en «esa parte de América profundas convulsiones en lo social, político, económico y filosófico que intentaban sustituir el derecho divino por la soberanía popular y el privilegio feudal por la justicia social»;55 y ese «pensamiento de Mayo» de que nos habla ingenieros y sostiene Aníbal Ponce, ¿no es una consecuencia inmediata del pensamiento elaborado en los claustros universitarios de San Francisco Xavier? ¿Mariano Moreno con su actuación de armonía histórica, con la responsabilidad de echar las bases a un Estado que abandonaba el sistema colonial, no recibió su primera impresión revolucionaria en Charcas?... Por delante de los ojos de él y «del grupo magnífico de nuestros jacobinos» ¿no desfilaron los años del Coloniaje marchando sobre las pesadas ruedas de un sistema monarco-feudal? No sería demasiado aventurar si se afirma que el pensamiento revolucionario altoperuano y, en general de América, cuyos re­presentantes genuinos fueron los estudiantes y doctores de Chuquisaca, trató de romper esos moldes del sistema impuesto por España; «pero el mundo feudal no se resignó á morir. La auto­ridad de los siglos le seguía sosteniendo, y era tan poderosa su armadura económica que en mu­chas ocasiones hasta tuvo por defensores a sus propios oprimidos».56

Creemos sinceramente que el proceso revolu­cionario de hecho fue uno, pero el pensamiento de las clases dirigentes tuvo visiones que se pro­yectaron a un campo casi utópico, pero que tuvo como punto de partida la mentalidad de los agitadores americanos. Gabriel René Moreno, a quien consideramos como al historiador e investigador más selecto y talentoso de los últimos tiempos, refiriéndose al proceso del pensamien­to revolucionario plantea una duda cuando dice: «o tal vez fue un divagar en sentido exclusiva­mente americano».57 ¿No querrá insinuar el vigo­roso escritor cruceño que el pensamiento, los ideales de aquellos paladines, de la Independen­cia, tuvieron algo de propio, algún timbre carac­terístico de sello americano?

Si tal cosa ocurrió, como creemos, podría trans­portarse esa orientación ideológica al aconteci­miento social más soberbio del siglo XX: a la Revolución Rusa. «Los ideales de la Revolución Rusa son de esa manera, los mismos ideales de la Revolución de Mayo (1810) en su sentido in­tegral. (Demás está decir que esa filiación debe entenderse en el mismo sentido en que Marx afirma que el comunismo derivaba de la Enci­clopedia, o en que Babeuf aseguraba en 1796 que la Revolución Francesa no se había realizado "plenamente").58

Llegamos pues a la meta de nuestro propósito, identificar en el pensamiento revolucionario ame­ricano de principios del siglo XIX aquel distante pero magno intento de destruir al sistema económico de la Colonia y levantar sobre sus escombros una nueva sociedad que pudiera exhibir postulados de verdadera justicia social. Pero la revolución americana no llegó hasta su 8 de Termidor, como aquél de Arrás, de rostro pálido y ojos verdes, que, diputado, pudo dejar un profundo surco a su paso por la Gran Revolución y permitir inducciones sobre su verdadero ideal. De todos modos, no podemos dudar que la mentalidad revolucionaria de América, iniciada antes de 1809, cristalizada en 1810 en las Provincias del Río de La Plata y continuada algunos años des pues, es tan profunda en significado que, para penetrar en su verdadero sentido, se requiere mucha y cuidadosa labor.  

EL JUSTIFICATIVO REVOLUCIONARIO

Latente el pensamiento revolucionario, no podía ser echado a las masas de una manera franca y descubierta. Era necesario buscar un justificativo, una manera hábil para orientar sus pasos revolucionarios. Había que esquivar la sanción violenta de las autoridades peninsulares. Sabían los intelectuales de la revolución que varios países europeos ambicionaban el dominio colonial sobre la América Española. Por eso, largo tiempo el modo de pensar y decidir la cuestión fue divergente. El acontecimiento de Bayona dio la mejor oportunidad para disfrazar sus aspiraciones revolucionarias que se hicieron firmes y categóricas cuando Fernando VII fue considerado definitivamente perdido. La unidad revolucionaria en la acción, parece cristalizar en el claustro pleno que celebraron los doctores de la Universidad de San Francisco Xavier el 12 de Enero de 1809 donde escucharon los principios adelantados que tomarían forma pocos meses más tarde; en dicho claustro se sostuvo que «el vasallaje colonial no se entendía respecto de España ni de cualquier gobierno o rey que en España prevaleciera, sino personalmente en favor de cierto individuo nacido de le familia borbónica española.59 La salida jurídica estuvo ad­mirablemente planteada por los doctores que, con ese argumento disfrazaron sus principios revolu­cionarios y vistieron de un exagerado fernandis­mo a las masas que seguían inconscientemente, quizá, los cálculos subversivos de la Universidad. 

ASPECTO RELIGIOSO

Descartamos en absoluto cualquier interven­ción determinante de la religión en el pensa­miento revolucionario americano, como lo sostie­nen algunos escritores y ensayistas perfumados de incienso. En el aspecto Ideológico es proba­ble que las doctrinas de Santo Tomás de Aquino y de Suárez hubieran dado lugar a estudios y discusiones que precisamente incidían en aspec­tos revolucionarios; pero, en general, no obs­tante de que un buen porcentaje de los dirigen­tes respiraba bendiciones y homilías, no puede atribuirse, sin serias reservas, conclusiones de peso.

En cuando al clero mismo, recordemos que los personeros de la religión imperante serán los in­dividuos más ricos del reino después de ciertos mineros acaudalados que eran pocos. Sus ganancias provenían de dos raudales salidos de una misma fuente: el ahorro del indio, a titulo de derechos parroquiales y de primicias; su sudor, con el logro de servicios personales granje­rías. El mercado a precio fijo de los sacramentos y ceremonias del culto, y más que todo la piadosa faena de sacar ánimas del purgatorios punto de misas y responsos, hacían del ministerio parroquial una profesión muy lucrativas.60 Es evidente que los representantes de sotana eran aliados de la opresión y, en tal puesto, se preocuparon de perdurar sus mercados de bene­ficio, sirviéndose del apostolado únicamente para locupletar sus bolsas ávidas de riqueza y oro. Interés inmediato de esta casta privilegiada era perpetuar la sumisión temerosa de los fieles que, a semejanza de los esclavos del tiempo antiguo, buscaban en las pláticas del misticismo cristia­no, un consuelo íntimo para sus desdichas.

Será preciso recordar también que la Iglesia se encargó de predicar la razón divina del man­dato personal del monarca español, aspecto que fue tomado muy en cuenta en los inspirados prin­cipios revolucionarios de la América.

Finalmente, hacemos una salvedad necesaria. Casos aislados de sacerdotes que apoyaron la cau­sa emancipadora, merecen un renglón especial. Pero, haciendo el estudio de la religión dentro del movimiento revolucionario, consideramos que su papel no tuvo mayor trascendencia. La Igle­sia pasó de la Colonia a la República cubierta de iguales privilegios y beneficios y quizá si su ayuda a la emancipación fue inspirada en la es­peranza cierta de mejorar su puesto de explota­dora de las clases ignorantes y humildes. 

PROGRAMA Y ACCION REVOLUCIONARIA

Es innegable que la realización programática del movimiento de independencia estuvo coope­rada por los principios teóricos de los enciclope­distas. «Se ha exagerado bastante este punto. Las ideas de los enciclopedistas sólo fueron conocidas por una minoría selecta, capaz de ampliar su cul­tura».61 En esto diferimos del profesor uruguayo Machado Ribas. No hubo exageración al afirmar que los enciclopedistas tuvieron influencia en la revolución de independencia americana. ¿De qué postulados debía echarse mano en un instante de reorganización, en el que no se pudo trazar teo­rías propias no obstante de existir un cuadro hu­mano que exigía justicia social? La Tabla de los Derechos del Hombre era el madero necesario pa­ra salvar de ese naufragio. Y así, el movimiento de América queda vinculado a las revoluciones norteamericana y francesa aunque, según el mis­mo Machado Ribas «ellas produjeron un efecto irregular y contradictorio»,62 opinión con la que, desde luego, no estamos de acuerdo.

José Carlos Mariátegui al referirse al programa del movimiento revolucionario en América escribió afirmando que ese inspiraba en el ideario li­beral».63 Otro valor intelectual peruano de igual renombre que el anterior, al hacer una interpre­tación de la realidad indoamericana, sostiene que «conservadores y radicales, reaccionarios y revo­lucionarios, no han podido jamás explicarse los problemas de estos pueblos sino a imagen y se­mejanza de los europeos. Esta gran paradoja his­tórica tiene su más alta expresión en la influen­cia notoria de la filosofía y literatura de la Re­volución Francesa, como inspiración doctrinaria de nuestra revolución de la Independencia».64 Mitre con visión panorámica hace, desde luego, una apreciación más clara, más objetiva cuando afirma que «la Revolución Francesa de 1789 fue consecuencia inmediata de la revolución nortea­mericana, cuyos principios universalizó y los hizo penetrar en la América del Sur por el vehículo de los grandes publicistas del siglo XVIII que eran conocidos y estudiados por los criollos ilus­trados de las colonias o que viajaban por Europa y cuyas máximas revolucionarias circulaban se­cretamente en las cabezas como las medallas conmemorativas de la libertad de mano en ma­no».65 Finalmente, la opinión más autorizada en este aspecto, creemos que es la del catedrático boliviano de Sociología, doctor José Antonio Arze que, con referencia a la cuestión expresa: «A partir sobre todo del siglo XVIII; nuestra historia se complica en el juego de la economía y de la política mundiales. Francia había logrado inyec­tar en las capas de la burguesía criolla el mis­ticismo de la ideología condensada en la Decla­ración de los Derechos del Hombre, pero nuestro salto efectivo de la economía colonial a la republicana significa apenas la sustitución del mo­narco-feudalismo peninsular por una feudal burguesía poco madura, para realizar lo que la Fran­cia de 1789 había conseguido hacerlo, en virtud del desarrollo de la técnica industrial europea».66 De modo que la influencia ideológica francesa fue evidente en las colonias, aunque su aplicación fue diferente por las condiciones económicas de la América.

El programa revolucionario trazado por los gestores intelectuales de la emancipación, no interpretó el sentido de las reivindicaciones campesinas, cuyas fuerzas vivas se encontraban reducidas a verdadero servilismo. El programa revolucionario no obstante de haberse elaborado bajo el espectáculo de una realidad económica tuvo una marcha incierta. El resultado objetivo lo vemos en el establecimiento de la República que tuvo que levantar su enorme edificio sobre bases liberales y burguesas «porque éste era el curso y el mandato de la historia».67 Mariátegui con un sentido penetrante y de exacta interpretación marxista señala un "mandato de la historia". Ello nos induce a meditadas reflexiones. Quiere decir pues, que la colonia apoyada en una plataforma de economía propia cedió su puesto a la etapa republicana para que ésta utilizara los mismos soportes básicos; que procesos económicos como el feudalismo monárquico podían ser reemplazados por sistemas de feudalidad y burguesía sin cambiar sus bases económicas. Se establece así un proceso que gira pausadamente hacia planos de continuación, sin perder —al mandato del Materialismo Histórico— su unidad humana, confirmando con ello el enlace de las etapas evolutivas de la Humanidad. En el panorama nuestro, habría que comenzar por establecer bajo los ciclos de evolución esquematizados por el marxismo, aplicaciones con relación a nuestro medio geográfico-humano. Este aspecto es materia de bastante estudio.

«Si la revolución hubiese sido un movimiento de masas indígenas o hubiese representado sus reivindicaciones, habría tenido necesariamente una fisonomía agraria›.68 El programa revolucionario de la América no abarcó ningún principio de reforma agraria, no obstante de que ese aspecto, a juicio nuestro, debía ser el primero en solucionarse si se quería el establecimiento de bases sociales futuras cimentadas en proyecciones de grandeza, humanidad y justicia.

La mentalidad altoperuana representada por los doctores de Charcas, era el faro que, en esta parte de la América, debía conducir a las naves de la emancipación por un acantilado difícil de surcar; y esa mentalidad cristalizó en la erección de los Estados democráticos en su nombre. Ese fue el resultado práctico del movimiento emancipatorio.

«La Independencia no destruyó el latifundio, lo afirmó».69 Entonces, podemos afirmar que el proceso mismo de la Independencia no hizo sino acomodarse a una etapa feudal que sólo cambió de color a tiempo de pasar de la Colonia a la República. Hasta la época presente, aún podemos observar los restos del feudalismo heredado de la Colonia; los millares de indios sumidos en un paupérrimo servilismo, son exponentes verídicos de tal aserto. Claro que las modalidades económicas sobrevinientes durante la República determinaron nuevos giros a la verdad social, ya que la burguesía criolla fue tomando forma propia y fecundizando sus entrañas de clase para dar a la luz la alianza con los imperialismos extranjeros que han sumido a las naciones americanas bajo su poderoso control.

Sostenemos, en conclusión, que en la etapa emancipatoria existieron dos aspectos profundos: "un pensamiento revolucionario" elevado, puro, grande, identificado con las corrientes que entonces, antes y ahora, buscaban, pidieron y tratan de obtener una justicia más humana, una justicia que reúna a los hombres del Mundo bajo una misma bandera de igualdad; ese pensamiento revolucionario, brotado del panorama mismo de la Colonia, tuvo su encarnación en los cerebros altoperuanos que no pudieron darle forma porque quizá faltaba la poderosa conducción ideológica del hijo de la Prusia renana que recién debía abrir su ojos a la opresión del orbe en un mes de Mayo de 1818.

El otro aspecto es el que se refiere al "progra­ma" práctico, las consecuencias objetivas de la revolución, el resultado de la lucha, cuya reali­zación en América no fue más que el cumpli­miento de "un mandato histórico". 

LA ETAPA REPUBLICANA

Ya hemos visto cómo el régimen económico-social del territorio americano había pasado por das etapas muy propias: una caracterizada por el "semi-socialismo de estado" y otra de tipo feudal. Sobre esta última debía formarse una nueva ma­nifestación: la República, que presenta —por su parte— detalles muy significativos ya que indudablemente da margen a divisiones de tipo interesante.

Concretando nuestro análisis al territorio boli­viano, debemos decir que la economía de tipo minero continuó subsistiendo aunque a la caída de la plata se pensó que la agricultura tendría su reacción; mas, ello fue momentáneo y sin nin­guna perspectiva de futuro.

La guerra de independencia no había hecho otra cosa que descartar la autoridad feudal de España para ceder el campo a los feudal-criollos que ya habían dado forma a su categoría de clase. Es indudable, indiscutible que los Estados de la América, en general, no hicieron otra cosa que un cambio de amos, puesto que las mayorías de siervos no se beneficiaron en nada. Además, tampoco se previno la penetración inminente de las grandes potencias que, ya durante el colo­niaje, habían depositado sus miras en las tierras de Colón. La Independencia proporcionó la opor­tunidad de penetración económica a los gran­des estados y, entre ellos, indudablemente Ingla­terra fue quién mejor supo explotar su posición puesto que alentó la lucha de la Independencia americana reservándose para después un papel más activo.

Bolivia fue entregada a una posición totalmen­te inferior. La costa sobre el Atlántico debla recibir les primeras corrientes de influencia europea, que a partir de los primeros 20 años del siglo XIX aumentó en intensidad. Buenos Aires sin duda, fue uno de los lugares más propicio para recibir las inyecciones de masas humanas que transportaban sobre su conciencia el desconocido peso histórico de un pasado que ya tenía sus resultados económicos en la Europa de esa época. Y, juntamente con su pasado, esas corrientes humanas vertían en los puertos del Atlántico el adelanto de la civilización de otro Continente. De ahí, que la Argentina, el Brasil y e Uruguay hubieran llegado a situaciones mucho más adelantadas que el resto de los países americanos.

En cambió, los países sobre la costa del Pacífico sólo tenían a la vista de su espíritu nacional en formación los jirones orientales del Asia que debía inyectar sus formas humanas más bien como retraso que como adelanto. No otra cosa explica la afluencia de chinos y negros en el Perú. En cuanto a Chile, no olvidemos que fue un país totalmente olvidado por los mismos españoles, de ahí que los Carrera y los luchadores por la independencia de la tierra de Valdivia hubieran podido actuar muchas veces sin la represión inmediata y violenta de España.

En cuanto se refiere a nuestra Patria, la situación no podía ser peor. Se quedaba en el Alto Perú la pasividad indígena distribuida en un régimen agrario sin fundamento científico, y la impulsividad patriótica, organizadora, magnífica —para la época dé la teoría— de los grandes doctores de Charcas. Tenía su pasado con 15 años de cruenta lucha, frente a un porvenir sin ninguna solución...

Los movimientos imperialistas no podían actuar de inmediato en los territorios geográficamente dificultosos. Antes que a Bolivia debía penetrarse a los centros más vitales de la América. Nuestro suelo estaba reservado a una entrega sangrienta de su economía, a un negocio bélico que debía marcar el paso inicial del enclaustramiento económico y el semicolonialismo de su existencia como Estado. La Guerra del Pacífico fue el punto de partida del movimiento imperialista; y allí también se identificó Bolivia con el vecino país del Norte, ya que el Perú recibió tam­bién la parte que le correspondía en la aventura del litoral.

Pero, sin adelantarnos mucho, podemos afirmar que los primeros diez lustros de nuestra vida in­dependiente no hacen otra cosa que evidenciar un enclaustramiento en donde las figuras de Ba­llivián y Belzu se destacan representando el uno a la aristocracia y el otro a la plebe. La Historia de nuestro país nos ofrece el espectáculo del cau­dillismo paralelo a la lucha militarista en que se debatían las otras naciones del Continente. De ahí que a un autor, el panorama americano, le hubiese hecho expresar que en estos pueblos, se ve claramente un aspecto, ridículo, en que dos o tres magnates, son los dueños todopoderosos y el resto es población nominativa formada por los oriundos del país, generalmente en la América del Sur, por los mestizos que yacen en una pos­tración injusta, pero impuesta por su condición y alquilaje del trabajo».70 Otro autor boliviano, al referirse a las primeras épocas de la Repúbli­ca boliviana, dice que «la economía desde la fundación de la República fue semicolonial». En la Revista de Economía y Finanzas, editada en la ciudad de La Paz (abril 1939), se en­cuentra esta frase que se refiere al legado eco­nómico de los primeros tiempos de la República: «el movimiento económico se caracteriza por el ausentismo o fuga de capitales y el someti­miento del Estado a los intereses del Capitalis­mo internacional». Con haber dicho «al someti­miento del imperialismo» el editorialista de di­cha publicación habría formulado una verdad científico-social. A lo anterior, le damos importancia de interpretación porque quiere decir que los primeros años de vida republicana no hicie­ron otra cosa que ejercer una función prepara­tiva de la economía nacional para admitir, en los regímenes posteriores, al imperialismo ex­terior.

Mendoza López, que no tiene filiación marxis­ta, refiriéndose al proceso económico de la Re­pública afirma que «el Estado dio lugar a la ex­tranjerización de la industria boliviana, regis­trándose la personería de las empresas de Esta­dos Unidos de Norteamérica».71 Es indudable que antes de llegar a la Guerra del Pacifico hubo atisbos del imperialismo exterior que esperaba su mejor hora para actuar. No podemos dejar de mencionar las operaciones financieras que se rea­lizaron durante la etapa republicana antes de la aventura del Pacífico; solamente de paso pue­den citarse a los empréstitos Conchas y Toro, To­más La Chambre, Enrique Meiggs, Church, etc. Bolivia vivió una etapa de iniciación, de verda­dero ensayo. Las grandes potencias, especial­mente Inglaterra y Estados Unidos, tenían plena confianza en que este país caería bajo el peso de su categoría como nación atrasada, y contaban además para ello, con la cooperación de las mi­norías miopes que siempre vieron y ven en las grandes actitudes internacionales de los países poderosos intentos caritativos de cooperación y ayuda.  

EL IMPERIALISMO INGLES

No se podría fijar con precisión el instante en que el imperialismo se hizo presente como fuer­za en Bolivia. Pero, la Guerra del Pacífico es sin duda el hecho inicial del movimiento imperialista inglés tanto en el Perú como en nuestra patria; movimiento que más tarde se evidenciarás con­ la fisonomía del Partido Liberal que fue, sin du­da, el auxiliar primero de que dispuso la pene­tración económica inglesa en Bolivia. Mariátegui en su capítulo «El Período del Guano y del Sa­litre» de sus Siete Ensayos, dice que «la evolu­ción de la economía peruana que se abre con el descubrimiento dela riqueza del guano y del sa­litre y se cierra con su pérdida, explica totalmen­te una serie de fenómenos políticos de nuestro proceso histórico que una concepción anecdótica y retórica más bien que romántica de la histo­ria peruana, se ha complacido tan superficialmen­te en desfigurar y contrahacer».

¿Cuál ha sido el papel del guano y del salitre en la economía peruano-boliviana? Mariátegui contesta diciendo: «Empecemos por constatar que al guano y al salitre, substancias humildes y gro­seras, les tocó jugar en la gesta de la República un rol que había parecido reservado al oro y a la plata en tiempos más caballerescos y menos po­sitivistas. España nos quería y nos guardaba co­mo país productor de metales preciosos. Ingla­terra nos prefirió como país productor de guano y salitre». No podemos dejar de transcribir al autor peruano porque al hacer el esquema econó­mico-social de la etapa del guano y salitre pe­ruanos, incluye, de hecho, a un problema que también fue nuestro. Al referirse a las actitudes diferentes de España e Inglaterra, anota Mariá­tegui que «este diferente gesto no acusaba, por supuesto, un móvil diverso. Lo que cambiaba no era el móvil: era la época. El oro del Perú per­día su poder de atracción en una época en que en América la vara del pioneer descubría el oro de California. En cambio el guano y el salitre —que para anteriores civilizaciones hubieran ca­recido de valor pero que para una civilización in­dustrial adquirían un precio extraordinario— ­constituían una reserva casi exclusivamente nues­tras. «Mientras que para extraer de las entrañas de los Andes el oro, la plata, el cobre, el carbón, se tenía que salvar ásperas montañas y enormes distancias, el salitre y el guano yacían en la costa casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos».

Y Bolivia ingresó a la aventura del Pacificó. La pérdida del litoral fue el magnífico saldo que nos dejó Daza y su fracaso. Nuestra patria había recibido una dura lección, se iniciaba para Boli­via un período de absoluto colapso en las fuer­zas productoras. La derrota no sólo significó la pérdida del litoral con sus fuentes de riqueza: el salitre y el guano; significó «la paralización de las fuerzas productoras nacientes». La mone­da, el comercio, la producción, el crédito, todo el mecanismo económico del país tuvo que soportar una situación de verdadero derrumbe. El imperialismo inglés había preparado su víctima.

Mientras que en el Perú la clase militar inepta de hecho para los negocios del Estado, se encargaba de "reorganizar" la economía de su país sobre bases de caudillismo "reconstructor", Bolivia confrontaba la organización de un nuevo Estado político. Sobre el cadáver del pueblo se abría paso un nuevo movimiento histórico. Otra etapa de la vida republicana.

El Imperialismo inglés ya había asentado sus primeras posiciones en el Perú. El contrato Grace y otras medidas del gobierno del vecino país, fueron los actos más sustantivos y característicos de una liquidación bélica sobre el patrocinio inglés. El contrato Grace entregó los ferrocarriles peruanos a Inglaterra. La economía peruana por medio de su reconocimiento semicolonial, consiguió alguna ayuda para cooperarse en su convalecencia. Piérola siguió la política inglesa, a la que ahora le interesaba penetrar a Bolivia.

El Partido Liberal se presenta como un medio para la realización de la política imperialista inglesa. Bajo el gobierno de Ismael Montes, padre espiritual del liberalismo, se produce la liquidación de la costa sobre el Pacífico. El régimen del liberalismo, por otra parte, firma el leonino contrato Speyer que entregó al control extraño el movimiento ferrocarrilero del país. Es bajo la férula del Partido Liberal que Bolivia empieza a figurar en el concierto de las finanzas internacionales. Aparecen también las "minorías" que cooperarán criminalmente al interés exterior. Los grandes mineros, los poderosos millonarios que traicionarán a su pueblo y a su patria entregándose a las maniobras del gran capital extranjero. El Partido Liberal tiene, en consecuencia, una gran responsabilidad histórica: el haberse complicado con el imperialismo inglés. 

EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO

«A través de cien años, el imperialismo inglés primero y el norteamericano últimamente —para no mencionar sino a los de mayor importancia— van enlazando cada vez más fuertemente el aparato feudal de nuestros pueblos».72

Dos hechos determinaron la irrupción del imperialismo norteamericano en la América del Sur. Su influencia decisiva en la Guerra Mundial de 1914-1918y la apertura del Canal de Panamá; este último hecho tuvo gran trascendencia porque acortó las distancias entre el Norte del Continente y los demás países del Sur. Para evidenciar la penetración imperialista de los Estados Unidos no tenemos sino que recurrir a los cuadros estadísticos. En cuanto a las inversiones directas hasta 1914, México comprendía las sumas más altas en colocaciones financieras. En 1919 los países suramericanos lo superan. Cuba y las Antillas ocupan el primer lugar en 1924. Y a partir de 1929 Suramérica comprende los mayores créditos. En cuanto a los valores cotizables Bolivia presenta la siguiente escala en millones de dólares: 1914=8.2; 1919=9.5; 1924=38.0 (Gobierno de Saavedra); 1929=62.01 (Gobierno de Siles); 1935=58.5.73 No queremos hacer un detalle estadístico de las inversiones en otros países de la América Latina, porque lo consideramos innecesario. Bástenos saber que en el periodo del Partido Republicano se realizó el ingreso brutal de la corriente económica norteamericana en Bolivia con el monstruoso empréstito Nicolaus, por cuyo contrato a más de hipotecar las fuerzas vivas del país, se imponía la Comisión Fiscal Permanente, verdadera agencia financiera del imperialismo de los Estados Unidos. A la "brillante administración" del republicanismo saavedrista se debe también la entrega de los petróleos bolivianos a la Standard Oil y la constitución de la Patiño Mines, sociedad con sede en Nueva York y que no es otra cosa que una combinación preparada por los servidores del patiñismo. Desde esa gestión gubernamental, Bolivia tuvo que estar ligada a los dos imperialismos más fuertes del globo: el inglés y el norteamericano. 

GUERRA DEL CHACO

Después de Saavedra, los mandatarios bolivianos Siles y Blanco Galindo, no ofrecen mayores motivos de análisis. Especialmente este último, que no representaba arriba de un valor estólido como gobernante y un dócil elemento a las influencias imperialistas. Pero, al advenimiento de Salamanca, la situación de Bolivia toma otra fisonomía. El país se vio frente a una nueva aventura bélica y fue arrastrado a la guerra con el Paraguay. Nuestro deseo hubiera sido poder presentar una amplia documentación del desarrollo de la contienda en el Chaco; sensiblemente, no nos es posible cumplir con nuestro propósito por razones de tiempo. Mas, sobre la base del presente trabajo, tenemos en preparación un ensayo más amplio sobre los temas que han sido referidos en forma esquemática. De ahí que esta parte de la presente tesis peque de sintética.

En cuanto al conflicto armado del sudeste podemos afirmar que sirvió para que se pongan en juego intereses de dos imperialismos antagónicos: el inglés y el norteamericano; el primero representado por la Royal Dutch y el segundo por la Standard Oil. Un autor argentino en 1936 declaró que «en Bolivia donde domina el capital norteamericano, la Standard Oil necesitaba una salida al río Paraguay para sus pozos de petróleo en el Este de aquel país. Detrás del Paraguay, la Compañía inglesa Royal Dutch trató de evitarlo. Esa fue la causa del conflicto que ha ensangrentado el Continente».74

Otro autor boliviano, analizando el conflicto del Chaco manifiesta: «la prudente Standard, aprovechando de la indígena ignorancia esencial a todos los gobernantes bolivianos, se resguardó siempre con una política propia, sin comprometerse, lista a cambiar su "Standard Oil of Bolivia" por "of Paraguay" u "of Argentina", si la primera resultaba derrotada. De ahí se explica el oleoducto clandestino y las actuaciones antibolivianas del senador argentino Sánchez Sorondo».75

Es pues evidente la participación de ambas empresas en la contienda del sudeste. Al respec­to, hemos tenido oportunidad de conocer docu­mentación interesante durante la campaña del Chaco y evidenciar que la posición de la compa­ñía que representaba al imperialismo norteame­ricano, puso obstáculos en todo momento al progreso del movimiento armado boliviano; ha­biendo llegado a negar, en cierta ocasión, el prés­tamo de materiales inservibles que el Ejército necesitaba para auxiliarse en difíciles, momentos. Tampoco es extraña la negociación intentada por el gobierno boliviano ante los representantes de la Standard Oil en Norte América, para obtener un empréstito; gestión confidencial que fue ini­ciada en 1934 y que mereció el franco rechazo del Comité Directivo de la empresa petrolera. A todas luces está demostrada la intervención de la Standard Oil en forma demasiado política y siempre en mira a tomar una actitud en caso de que los petróleos bolivianos hubiesen pasado a manos de otro país, como lo deseaban.

Además, no olvidemos que la Guerra del Cha­co dio paso a la influencia argentina que por medio de los gobernantes del Plata, prestó fran­co apoyo al enemigo del Sudeste. A tal extremo que los planes paraguayos de ataque al Ejército boliviano eran primero discutidos y revisados en el Estado Mayor argentino. Desde luego, no se puede negar que la Argentina se ha presentado en los últimos tiempos como un magnífico pu­pilo del imperialismo inglés; ya que las recien­tes gestiones internacionales (política Ostria) nos demuestran la evidencia de tal aserto.

Liquidado el conflicto y antes de la firma del tratado definitivo de paz, Bolivia tuvo que con­frontar las consecuencias de post-guerra. Como figura central de esta etapa surgió Toro que pre­tendió interpretar el sentimiento de los excom­batientes que traían, de las trincheras, espíritu izquierdista y hasta revolucionario. Pero la ad­ministración Toro continuada por la de Busch, nada nuevo ha ofrecido al país. Se acentuó la influencia anglo-argentina y Bolivia empezó a descender en su nivel de prestigio internacional.

El saldo que nos ha quedado, después de 116 años de vida independiente, es realmente desastroso. Territorios cercenados, población disminuida, finanzas pésimas, problema agrario sin solución, ferrovías al servicio de la exportación de productos que benefician a los magnates del país, etc., etc.

Y, en una situación de tal naturaleza, la cultura de nuestro pueblo, es imposible que pueda alcanzar un mediano grado de adelanto. Ya hemos dicho que la psicología social se halla en función directa con los medios económicos que cooperan a un pueblo. El ejemplo boliviano es demasiado triste. Y, en esa situación, de verdadera calamidad colectiva, aún debemos asistir a una nueva etapa de la humanidad: la Guerra europea.  

EL PASO DEL SEMICOLONIALISMO INGLES AL SEMICOLONIALISMO NORTEAMERICANO

«Al estallar la próxima guerra imperialista en que los Estados Unidos tornarían parte, correríamos grave riesgo, si una política previsora no resguardara la soberanía de nuestros pueblos»... «Como en la guerra de 1914-1919, los adversarios colosales pretenderán sumar a la contienda a todos los países que les están sometidos. Pretextos no faltarán. En la hora en que se juegan los grandes intereses del imperialismo, no es difícil erigir mitos y levantar muy alto palabras de orden, resonantes y mágicas. La literatura de la guerra tiende siempre a hacerla sagrada y eso no es difícil cuando la propaganda se organiza y se paga bien».

Estas palabras pertenecen a Haya de la Torre que así escribía en 1935. Y la previsión de un neomarxista, se ha cumplido porque los wilsonianos del norte están empujando ya a nuestras juventudes, a defender "las democracias de un enemigo, que, desnudo, es tan idéntico al del gran capital del norte, hoy por hoy, aliado al inglés. Y, para disfrazar su posición, la alianza norteamericana pretende diferenciarse del fascismo y presentarse, más bien,  como salvadora de la "libertad y de la justicia". Pero dejemos que un cerebro esclarecido del siglo XX juzgue la situación de la guerra actual: «Todos los intentos de presentar la guerra actual como un choque entre las ideas de democracia y de fascismo, pertenecen al reino del charlatanismo y de las formas políticas cambian, pero subsisten los apetitos capitalistas. Si a cada lado estupidez. Las del Canal de la Mancha se estableciese mañana un régimen fascista —y apenas podría atreverse nadie a negar esa posibilidad— los dictadores de París y Londres, serían tan incapaces dé renunciar a sus posesiones coloniales como Mussolini y Hitler de renunciar a sus reivindicaciones al respecto. La lucha furiosa y desesperada por una nueva división del mundo, es una consecuencia irresistible de la crisis mortal del sistema capitalista».76

Y ante esa situación de lucha por el dominio del mundo, Bolivia se ha constituido en un apéndice de la democracia preconizada por Estados Unidos e Inglaterra. La actitud de nuestros gobernante frente a la actual contienda bélica, no puede ser calificada de otra manera que de un franco entreguismo al imperialismo de las potencias aliadas; entreguismo que puede recibir el nombre de general, porque se está marchando al paso de los demás países americanos, frente a un entreguismo parcial que ya se inició en 1938 con la cesión de los petróleos bolivianos a la Argentina y al Brasil, países que últimamente han consolidado sus posiciones dentro de la economía boliviana a la que someterán a corto plazo, si es que continúa la falta de previsión de los que dirigen a nuestra patria.


NOTAS:

1 Armando Bazán, Biografía de José Carlos Mariátegui.

2 R. García Treviño, prólogo a la Introducción a la Sociología de Cuvillier.

3 José Car1os Mariátegui, Siete Ensayos de interpreta­ción de la Realidad Peruana.

4 Referencia consignada en el prólogo escrito por el Dr. José Antonio Arze a la traducción de El Imperio de los Inkas de Luis Baudin.

5 Id. Id.

6 Carlos Marx, prefacio a la Crítica de la Economía Política.

7 A. Posnansky, Sociología y Antropología de las Razas Interandinas y de las Regiones Adyacentes.

8 A. Zelada, El Collasuyo.

9 H. Cünow, Las Comunidades de Marca y Aldea del Perú Primitivo.

10 Luis SHorgan, La Sociedad Primitiva.

11 Id. id.

12 Luis Valcárcel, Del Ayllu al Imperio.

13 Bautista Saavedra, El Ayllu.

14 H. Cünow, Obra citada.

15 Federico Engels, origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado.

16 Apuntes de Sociología Americana, Curso dictado por el Dr Oscar Frerking, Sociología, IV curso, 1941.

17 Luis Baudin, El Imperio de los Incas.

18 Uriel García, El Nuevo Indio.

19 Cesar Antonio Ugarte, Historia Económica del Perú.

20 Artículo publicado por el Dr. José Antonio Arze en la Revista de Sociología del ISBO, titulado ¿Fue So­cialista o Comunista el Imperio de los Incas?

21 Federico Engels, Obra citada.

22 José Antonio Arze, ¿Fue Socialista o Comunista el Imperio de les Incas?

23 Id. Id.

24 José Carlos Mariátegui, Obra citada

25 Tesis planteada por el Dr. José Antonio Arze en diversas publicaciones, conferencias y exposiciones de cátedra.

26 Uriel García, El nuevo indio.

27 La Universidad Nacional Mayor de San Marcos fue fundada en 1551 y es la más antigua de América.

28 L. Segal, Principios de Economía Política.

29 José Carlos Mariátegui, Obra citada.

30 José Vasconcelos, Indología.

31 José Antonio Arze, Bosquejo Socio-Dialéctico de la Historia de Bolivia, Revista Nº 3 de la Facultad de Derecho, Sucre, 1941.

32 Hemos consignado parte de nuestro trabajo La Universidad de San Francisco Xavier y su papel en la Revolución de Mayo (premiado por el ISBO) porque creemos que así rendimos un justo homenaje a la Casa de Estudios que cobijó la inquietud intelectual del suscrito durante dos años.

33 A. Cuvillier, Introducción a la Sociología.

34 Ricardo Levene, La Revolución de Mayo y Mariano Moreno.

35 Esteban Echeverría, Antecedentes y primeras pasos de a Revolución de Mayo.

36 Esteban Echeverría, obra citada.

37 Ricardo Levene, obra citada.

38 Esteban Echeverría, obra citada.

39 Ruiz Guiñazú, La Magistratura Indiana.

40 Jaime Mendoza, Chuquisaca.

41 Gabriel René Moreno, Ultimas Días Coloniales.

42 Alfredo Colmo, La Revolución en la América Latina.

43 Jaime Mendoza, obra citada.

44 Gabriel René Moreno, obra citada.

45 Jaime Mendoza, obra citada.

46 Gabriel René Moreno, obra citada.

47 Aníbal Ponce, El Viento en el Mundo.

48 Karl Marx, Miseria de la Filosofía.

49 Karl Marx. obra citada.

50 José Carlos Mariátegui, obra citada.

51 José Carlos Mariátegul, obra citada.

52 Arturo ITrqúidi Morales, La Comunidad Indígena.

53 Arturo tdrquidi Morales, obra citada.

54 Marx y Engels, La Sagrada Familia.

55 José Ingenieros. La Evolución de las Ideas Argentinas.

56 Aníbal Ponce, El Viento en el Mundo.

57 Gabriel René Moreno, obra citada.

58 Aníbal Ponce, obra citada.

59 Gabriel René Moreno, Obra citada.

60 Id. Id

61 Lincoln Machado Ribas. Los Movimientos Revolucio­narios en las Colonias de América.

62 Lincoln Machado Ribas. Obra citada.

63 José Carlos Mariátegui, Obra citada.

64 V. R. Haya de la Torre, El Antiimperialismo y el Apra.

65 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y la Eman­cipación Americana.

66 Conferencia pronunciada en el Palacio Legislativo de Sucre el 17 de Agosto de 1938, Revista de la Universidad de San Francisco Xavier, Nº 18, autor, José Antonio Arze.

67 José Carlos Mariátegui, obra citada.

68 José Carlos Mariátegui, Obra citada.

69 V. R. Haya de la Torre, Obra citada.

70 Gustavo Le Bon, La Miseria del socialismo.

71 Vicente Mendoza López, Las Finanzas de Bolivia g la Estrategia Capitalista.

72 V. R. Haya de la Torre, Obra citada.

73 Pablo M. Minelli, Las Inversiones Internacionales en América Latina.

74 Liborio Justo, declaraciones a La Opinión de Santiago.

75 Augusto Céspedes, Sangre de Mestizos.

76 León Trotsky, El pensamiento vivo de Marx.